jueves, 25 de junio de 2009

LA GRAN CONSTRUCCIÓN
DEL
PUENTE DE CHACAO


Cuando los ingenieros iniciaron la Gran Construcción sin duda tuvieron presente la contratación de un ejército de obreros y técnicos que Chiloé no poseía, porque la obra en sí, desde un principio demandó el esfuerzo de muchas gene-raciones, considerando el impacto social que este asunto traería para la comunidad.
La crónica dice que una vez hecha las contrataciones, las cuadrillas se repartían en diferentes funciones operativas, de acuerdo al programa de construcción sobre ese canal que fue durante milenios una frontera y un límite.
Al comienzo, el perfil general del puente proyectó la forma de un arco, en cuya base exterior se ven, a intervalo de una decena de metros, unos pilares tallados en roca viva, ajustadas con extraordinaria precisión.
Por cierto, los obreros que migraron con sus familiares creyeron venir por una temporada, mientras durara la faena, pero el tiempo se extendió y las circunstancias de ejecución de la obra hicieron cambiar ese primer impulso, y fue así como a lo largo de los años, las corrientes marítimas, los terremotos y las dictaduras, suspendieron sucesivamente la Gran Construcción, aumentando la impotencia y su presencia masiva que hizo cam-biar el paisaje humano; permaneciendo atrapados en la for-taleza de una obra que se hizo eterna.
La Gran Construcción del Puente de Chacao, presentada por todos los mandatarios que visitaron la zona en todas las épocas, fue planeada – según ellos – para ofrecer las bondades de Chiloé a todo el mundo, y nunca hubo disonancias al res-pecto; sin embargo, para hacer más interesante el proyecto, se crearon grupos de presión que opusieron tenaz resistencia a lo que ellos consideraban una brutalidad.
Cuando finalmente lograron el interés y el apoyo de organismos internacionales, dejaron de protestar, y entonces, como estrategia paralela a la Gran Construcción, se dedicaron a edificar viviendas sociales, cabañas y reclamar patrimonios para la Humanidad… Así se apropiaron de la idiosincrasia autóctona para venderla como inagotable recurso cultural (por cierto, excluyendo a la población nativa por considerar los asesores que esa gente no sirve, que basta de romanticismos, porque lo mejor es cambiar el cuerpo social, trayendo gente del Exterior).
¿Negocio?...La monumental iniciativa a cambio de talar el bosque nativo, apropiarse de fiordos, lagos y ríos; en una pa-labra, reorganizar la economía local y continuar la colonización.
Para entender este relato hay que considerar que la Gran Construcción no fue proyectada para testimoniar la grandeza de los ingenieros que se dieron cita en este plan, sino para gloria del Estado, y así tomar posesión definitiva de esta unidad terri-torial, donde los chilenos parecen haber desplazado completa-mente a la comunidad autóctona que absorbió al componente hispano durante la Colonia; de manera que cuando llegue el momento de inaugurar el Puente de Chacao, éste será el último acto de Soberanía.
Sobre éste anhelo dominador se inspiraron realmente los ingenieros para la Gran Construcción, y sin duda tomaron como referencia muchos diseños a escala porque nunca antes en estas latitudes hubo un pueblo capaz de soñar una obra tan magnífica como la que están construyendo; y es posible que así como se presentaron miles de obreros y más tarde, profesionales, tam-bién se debió recurrir al oficio de muchos cronistas capaces de entender la esencia y el patriotismo de aquellos hombres veni-dos de tantas regiones, arrastrando también sus proyectos per-sonales y su memoria.
Anoto esto porque en algún momento un filósofo del Archipiélago escribió una extensa obra referida al Puente, destacando el espíritu y visión de país de los legisladores en la aprobación de recursos, asegurando que eran ellos, en defini-tiva, los verdaderos constructores de tan magna obra. Como sea, el libro fue declarado material didáctico para testimoniar la fuerza de un sueño realizado por muchas generaciones, aún cuando a veces parecía decaer, forcejeando contra el viento, las corrientes oceánicas y el abandono.
Es posible que estas consideraciones sean una vul-garidad para la concreción de tan noble proyecto que con los años va mutando de su forma original – tal es el avance de la obra – pero no deja de ser interesante también manifestar el tesón de los gobernadores en simular un interés que a ratos parece decaer, pero que finalmente se levanta, triunfante.
Después de todo o nada, cuando todos vemos que la obra está en plena construcción, aún nos preguntamos: “¿Para qué?” ¡Fácil! ¡Para los pueblos del Norte! Incluso para las etnias de otros Continentes que deseen implantarse en Chiloé.
La Historia señala que los colonizadores desde siempre han penetrado por el canal. Esta afirmación sólo es verdad por la cercanía del Continente. Sin embargo, lo que sabemos de esa gente no los cubren las leyendas inventadas acerca de ellos. En el pasado buscaron la Ciudad de los Césares y traficaron escla-vos para construir obras menores indignas de nuestra memoria, asunto que ellos agradecen cuando a esta zona vienen a contar otros relatos, lejos de la épica sangrienta con que han escrito sus hazañas, sus constituciones y sus tratados de paz. Además nunca sabremos si lo que ellos dicen es verdad, aunque sí sa-bemos que han heredado el botín histórico obtenido con artes de guerra sucia en otras regiones. Pero como ellos dicen: lo heredado no se roba.
Tal vez sea ese el miedo ancestral por la que los paisanos escapan de su terruño, cuando ellos, los nuevos colonizadores, deciden instalarse en la Isla. En términos generales, sólo ellos hablan maravillas del Archipiélago, dicen que es la región más transparente (para los otros, es claro), que es el espacio ideal para instalar empresas sin pago de impuestos y con muchas ventajas comparativas.
Por cierto, desde el inicio de la Gran Construcción ha quedado de manifiesto que los isleños no disponemos de organizaciones sociales y políticas capaces de solucionar los problemas generales a partir de la puesta en marcha del pro-yecto, puesto que todo está relacionado y desconectado, o sea, los poderosos capitales han rendido culto folklórico a las instituciones y símbolos ancestrales, pero estratégicamente han puesto sus intereses económicos por encima de cualquier consideración.
Esta afirmación la puedo hacer, por cierto, desde la intemperie porque en la comunidad existe sobrada claridad sobre este asunto, por eso cuando se detiene la continuidad de la obra, los políticos organizan mesas de diálogos para entregar el Puente en las próximas elecciones.
Es el ritmo de la estrategia.
Tiempo que desanima a los trabajadores y sus familiares que han migrado. Entonces ocupan su tiempo en crear vínculos, soñar con volver a sus lugares de origen o algunos, muy pocos, se instalan con sus propios colegios e iglesias a espaldas de la comunidad, donde crían sus vástagos para que no se contaminen con la masa infesta de sangre aborigen para que en pro de blanquear la imagen país no destruyan el producto nacional.
El origen del proyecto -según los Anales del Archivo Nacional- fue un plan secreto del Consejo de Seguridad Nacional que luego saltó a la arena política. Entonces el Palacio de Gobierno, en su afán de dar curso social a esa orden primigenia, destruyó todos los muros de resistencia con su discurso histórico, y así se sucedieron varios Dictadores durante el siglo pasado, quienes, tal vez fascinados por la inmortalidad, quisieron arrogarse la paternidad del proyecto para imprimir sus nombres en el libro de oro donde reposa la orden de ejecución.
Según los doctores de ciencias políticas, las grandes construcciones requieren grandes sacrificios sociales y en nombre de ésta fábula, todos los crímenes se justifican porque la epopeya en su marcha forzada engrandece al espíritu humano.
Las batallas de esta historia no son cosa nueva para nosotros. Acostumbrados a ver el lento avance del proyecto (que sólo la mala conciencia impide apreciar en toda su mag-nitud) sabemos también de las persecuciones malvadas contra quienes rehuyen su responsabilidad y contribución a la Gran Construcción del Puente de Chacao.
“La medida del Puente – según el Discurso Oficial – es la distancia exacta que nos separa del Desarrollo en circunstancias que muchos otros pueblos ajenos a las bondades de la Civi-lización no han tenido la oportunidad histórica de avanzar en una generación lo que a la Humanidad le costó siglos de creatividad y esfuerzos para acceder a la actual maravilla que nos brinda la Globalización”.
Guardo mi opinión en mi complejo aldeano, pues nunca he salido de mi provincia, pero todos los antecedentes en la elaboración de este relato están dictados por la determinación necesaria del gran proyecto para que la influencia de una historia común llegue directamente a cada ciudadano de este apartado Archipiélago.

martes, 16 de junio de 2009

LOA DUEÑOS DE LA CIUDAD

PREMIO DE EXTENSIÓN CULTURAL



Aquí todo va bien para unos pocos y mejor para los mismos de siempre. La semana recién pasada le dieron el Premio de Extensión Cultural a la folklorista, Rosario Hueicha, cuando ya la habían enterrado y a la familia se le había olvidado la tristeza. Sólo aquí sucede esa confianza de entregarles las llaves de la ciudad a los cadáveres; en cambio a los vivos, se les declara persona non grata, y más todavía si ejercen algún talento que hierve la sangre de los mediocres; quienes para hacer más fuego de su pira, organizan consejos y comités para realizar sus cacerías de brujas. Por eso, hace algunos días cuando el poeta Koliboro Mankemilla acababa de cumplir una década de obtener el Premio Municipal de Santiago, su rabia comenzó a salirse de madre como esos ríos que arrasan los palafitos. Es posible que nadie quiera recordar el premio en cuestión; pero para dejar constancia a los historiadores, y para ser más precisos, esto sucedió cuando el alcalde todavía vigente inauguró la Plaza de los Lores.
Entonces, el Consejo Municipal, quien otorga el Premio de Extensión Cultural que entrega la Muy Leal Ciudad, decidió crear y otorgar el primer galardón precisamente al poeta Mankemilla, por su contribución a las letras chilenas y dejar en buen pie el nombre del reino en la Metrópolis.
Su rabia, desconocida por todos y negada por él, comenzó hace tres gobiernos atrás cuando alguien con lágrimas en los ojos aseguró que en Chile se haría justicia en la medida de lo posible…Entonces el Premio de Extensión Cultural se la vinieron a ofrecer antes de Navidad, porque sería anunciado el Día de los Inocentes, por ser un día memorable en el mundo literario local. El poeta, se lo contó a todo su mundo: esposa e hijos. Que por fin se venía el premio y muchos dólares para comprarse una casa; que nunca más vivirían de allegado en la ciudad, después que las fronteras se abrieron para la estampida de exiliados que volvieron a tomarse el poder -esta vez en calidad de nuevos colonos- con todo ese capital social que otorga la riqueza y desconoce quien ha nacido cautivo de los tratados de cooperación económica que hacen los países ricos contra los países subdesarrollados. El premio en sí, no era sólo un reconocimiento artístico, sino una muestra de los intereses políticos y la pretensión de controlar a un nuevo régimen cultural. “El poeta Mankemilla – han escrito después los especialistas – es el punto culminante de la seducción erótica que une el pasado mítico con la tragedia inminente de la historia”. Este aspecto, a pesar del testimonio de los especialistas, ponía en evidencia el optimismo proyectivo del sistema político chileno cuando en vez de premiar a los cadáveres, decide galardonar a la generación perdida cuyo auténtico representante se pone de manifiesto en la poética de Mankemilla. Los pormenores del Consejo Municipal y la necesidad urgente de hacer historia en una etapa que ellos juran es fundacional, les hace abrir un abanico que ofrece viento para todos, pero cuando deciden otorgar algún beneficio se cierra como si fuera un puñal, después de haber herido la confianza pública.
Ese mismo puñal hirió seriamente al poeta Mankemilla cuando se enteró que la pequeña élite de cuatro concejales y un Alcalde, decidieron desviar el premio a organizaciones culturales y que finalmente acosados por sus propias iniciativas y disputas personales, decidieron otorgar (cuando ya nadie se postuló a la nominación del Premio de Extensión Cultural; perdiendo, además, todo prestigio) el premio por Secretaría; es decir, en secreto…como siempre se han llevado adelante los Concursos Públicos en la República de Chile. Por eso no debe extrañar a nadie que el próximo año se declare desierto el Concurso de Extensión Cultural, simplemente porque los concejales han perdido todo interés por cualquier actividad cultural. Según ellos, leer o hacer cualquier esfuerzo casi doméstico como apreciar una obra de arte, les parece un pasatiempo de mujeres ociosas o vagabundos. Permitirlo, pondría en tela de juicio la administración del poder y sus límites humanos, porque a través del arte, la sociedad se tornaría más abierta, más cercana a la estabilidad democrática; y eso los llena de incertidumbre y por lo mismo, prefieren reinventar el pasado de espaldas al futuro.
Por todo eso, darle hoy el premio al poeta Koliboro Mankemilla, sería admitir la derrota de un proyecto cultural que nunca ha sido legítimo, porque al fin de cuentas, toda la actual institucionalidad se basa en la ilegitimidad. Y todo porque su poética “une el pasado mítico con la tragedia inminente de la historia”.

HECTORVELIZPM

HECTORVELIZPM

viernes, 12 de junio de 2009

LOS DUEÑOS DE LA CIUDAD

LOS DUEÑOS DE LA CIUDAD


Ninguna esperanza nos había llegado como anillo al dedo, por eso nos pareció imposible dejar de pensar en ella. Hacía mucho, casi un tiempo interminable que se había marchado a buscar su exilio entre los dueños de la ciudad. Se había marchado como si quisiera ser olvidada; pero según nosotros, cada vez estaba más presente, porque su memoria no tenía más pasado que nosotros.
Por eso, el día en que se marchó, ni siquiera se nos pasó por la cabeza averiguar dónde dormiría sin que nadie se apodere de sus sueños.
Entonces comenzamos a odiar ese camino que la llevó hacia allá; primero fue como un latido que sigue uno tras otro; luego, como quién oye murmurar al fuego cuando anuncia desgracia.
Finalmente, comprendimos que se había quedado en la ciudad como si una manda le impidiera volver a caminar entre los coigües y el canelo que apadrinó hasta convertirse en chemamul, esperando su regreso.


autor
hector veliz
(TEXTO IMPRESO EN EL LIBRO DEL MISMO NOMBRE, EDITORIAL MENTANEGRA)